
Las derrotas te dejan como viniste al mundo: solo y sin nada. Defendemos a muerte las cosas en las que creemos, defendemos aquello que nos une a alguien, pero no siempre alguien lucha por aquello que le une a ti. No siempre somos lo que merecemos, ni las cosas llegan a ser lo que queremos que sean.
Con el tiempo y las heridas, la sangre fluye más lenta, como esperando a que le empujen, que le animen a decir, sal y muestra lo que vales. Con el tiempo, aprendes a esconderte de lo incierto, de la sangre, de las heridas, incluso del tiempo. Con el tiempo, te escondes de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario