sábado, 4 de septiembre de 2010

Prudencia....

Las lecciones rara vez suelen llegar solamente acompañadas de un puñado de ideas. Llegan rodeadas de una serie de ejemplos prácticos que dejan una huella relevante. Y la vida se convierte en un claro ejemplo de escuela de dolor. En condiciones normales todo individuo asume la inocencia del resto, las buenas intenciones de los que le rodean, la solidaridad para mejorar la vida propia y la de los demás. Pero en situaciones reales, en rara vez sucede. Es por esta razón por la que los que están dotados de comportarse como individuos ideales, que asumen estos principios que rara vez se cumplen, sufren, padecen y se ven inmersos en un mar de dudas, heridas y , en el peor de los casos, de personas importantes que se van perdiendo.

A este tipo de hechos sólo se les encuentra una salida: la prudencia. Esta virtud que muy difícilmente se ve en la vida. Pero es una virtud difícil de definir, difícil de interpretar, y en ocasiones se confunde con la hipocresía y el carácter complejo. No es una cuestión de estar siempre alerta o defenderse a cualquier hecho, si no una cuestión de defensa de uno mismo. Una defensa de lo que te rodea, de lo que crees y de aquello en lo que confías. Y esta virtud permite a uno llegar a la fuerza y la confianza en uno mismo, y sirve como modo de alcanzar todo aquello que uno cree.

Es decir, que una respuesta a tiempo permite ahorrar males mayores, y la confianza en lo que uno cree y la defensa de ello supone la mejor muestra de coraje. Pero ante ello, uno esta solo, porque es una muestra individual de quien somos.

Porque ante la vida, ante los obstáculos, ante el dolor… estamos solos. Porque ante los retos seguimos solos. Porque ante la soledad y la agonía… permaneceremos solos…porque cuando estemos solos, solamente tu y en lo que crees te acompañará. Porque en realidad, todos somos soledad. Solamente una salida…SER tú, confiar en ello.